Páginas

quinta-feira, 1 de novembro de 2012

Pensamento Santo Agostinho de HiponaArgélia 354 // 430Santo / Doutor da Igreja Bem e CorrupçãoVi claramente que todas as coisas que se corrompem são boas: não se poderiam corromper se fossem sumamente boas, nem se poderiam corromper se não fossem boas. Com efeito, se fossem absolutamente boas, seriam incorruptíveis, e se não tivessem nenhum bem, nada haveria nelas que se corrompesse. De facto, a corrupção é nociva, e se não diminuísse o bem, não seria nociva. Portanto, ou a corrupção nada prejudica - o que não é aceitável - ou todas as coisas que se corrompem são privadas de algum bem. Isto não admite dúvida. Se, porém, fossem privadas de todo o bem, deixariam inteiramente de existir. Se existissem e já não pudessem ser alteradas, seriam melhores porque permaneciam incorruptíveis. Que maior monstruosidade do que afirmar que as coisas se tornariam melhores com perder todo o bem? Por isso, se são privadas de todo o bem, deixarão totalmente de existir. Logo, enquanto existem são boas. Assim sendo, todas as coisas que existem são boas e aquele mal que eu procurava não é uma substância, pois se fosse substância seria um bem. Na verdade, ou seria substância incorruptível, e então era certamente um grande bem, ou seria substância corruptível, e nesse caso, se não fosse boa, não se poderia corromper. Santo Agostinho, in 'Confissões' Tema(s): Bem Corrupção

sábado, 27 de outubro de 2012

PT.SAUDAÇÕES! br />
Meu pais foi dominado, por uma corja de assassinos revolucionarios,
Pobre coitado do meu pais, nem viu e foi subjulgado.
O povo, necessitado, fica satisfeito só por estar sendo alimentado.
Bolsa familia o caralho, o povo ta é sendo comprado,
E não tem escolha, se vende ou ta ferrado.
Instruidos, ou forçados, mandam seus filhos para a escola,
Para desde de cedo serem doutrinados.
Futuros baderneiros, sem terras, pequenos revolucionarios.
Esse governo, rouba tanto, que roubar esta quase legalizado.
Há um tempo atras, o chefe teve até que ser blindado.
Caso interessante este,
Para que blindar quem não é cumplice nem culpado?
Quem comanda essa palhaçada, no passado,
Pedia ética, mas so se for a ética do Diabo.
Isso podia ser engraçado,
Se não fosse tragico.
Coitado do meu pais, todo contaminado.
Se tiver oportunidade,o melhor é fugir, sair vazado.
Aqui o rei alem de louco e um traidor descarado.
Que confiante, sabe que tem um exercito de colegionarios
Pronto para defende-lo e lutar ao seu lado;
Um bando burro de pau mandado,
Sabe, que o partido, agora é o Estado,
Missão comprida, ele fez seu trabalho.
E nosso ditador, no resto do mundo, de grande lider é chamado.
Vai se fode, esse mundo ta todo virado.
Golpista , mentiroso e salafrario, isso sim.
"Vossa exelencia", que me perdoe,
Mas é isso ai, ta falado.

quarta-feira, 15 de agosto de 2012

Apéndice al tomo Idea de principio en Leibniz, redactado probablemente en 1947. Texto no incluido en las Obras Completas, publicado en la colección El Arquero, páginas. 375-378. “La cosa es endemoniadamente paradójica pero, a la vez, sin remedio. Porque elegir es ejercitar la libertad y resulta que eso —ser libres— tenemos que serlo a la fuerza. Es la única cosa para la cual el hombre no tiene últimamente libertad: para no ser libre. La libertad es la más onerosa carga que sobre sí lleva la humana criatura, pues al tener que decidir, cada cual por si, lo que en cada instante va a hacer, quiere decirse que está condenado a sostener a pulso su entera existencia, sin poderla descargar sobre nadie. Si volvemos del revés la figura de la libertad nos encontramos con que es responsabilidad. Esta es la gran pesadumbre: todas las otras, las pesadumbres en plural, se originan en ella. Al brotar de mi elección las acciones que componen mi vida resulto responsable de ellas. Responsable, no ante un tribunal de este o del otro mundo, sino por lo pronto responsable ante mi mismo. Porque si la acción tiene que ser elegida necesito justificar ante mi propio juicio la preferencia, convencerme de que la acción escogida era, entre las posibles, la que tenía más sentido. En efecto, los diversos proyectos de hacer que de cada situación nos vienen sugeridos no se nos presentan casi nunca como equivalentes. Al contrario, apenas los descubrimos se colocan ante nosotros automáticamente, formando rigorosa jerarquía en cuya cúspide aparece uno de los proyectos como siendo el que tiene más sentido y por tanto el que habría de ser elegido. Si no fuera así, si los varios proyectos de acción posible ostentasen igual dosis de sentido, si fuesen, por tanto, indiferentes, no cabria hablar de elección. Nuestra voluntad se posaría por un azar mecánico sobre cualquiera de ellos como la bolita de la ruleta se queda en el alvéolo de un número: lo cual no es elección sino «buen tun-tun». Elegir supone tener a la vista los diversos naipes que es posible jugar: el óptimo, el simplemente bueno, el que no vale la pena y el que es franco contrasentido. Ciertamente, somos libres para preferir este último, aun a sabiendas de que no es preferible, pero no podemos hacerlo impunemente. La acción insensata o que tiene sentido deficiente, una vez elegida, va a llenar un pedazo incanjeable de nuestro tiempo vital, va a convertirse, por tanto, en trozo de nuestra realidad, de nuestro ser. El albedrío nos ha jugado, pues, una mala pasada. En vez de hacernos ser esa óptima realidad que era posible, en vez de dar paso franco a ese mejor ser nuestro que se nos presentaba como el qué teníamos que ser, por tanto, como el auténtico, los ha suplantado por otro personaje inferior. Esto equivale a haber aniquilado una porción, mayor o menor, de nuestra verdadera vida que ya nadie podrá resucitar porque ese tiempo no vuelve. Hemos vulnerado nuestra propia persona, hemos practicado un suicidio parcial y la herida queda abierta para siempre, mordiendo no sabemos qué misteriosa entraña incorpórea de nuestra personalidad. Cualquiera que sea su calibre tenemos conciencia de haber cometido un último crimen, del que esa mordedura inextinguible es el «remordimiento». Los crímenes íntimos se caracterizan porque el hombre se siente de ellos, a la vez, autor, víctima y juez. No hay orden de la existencia, mayúsculo o minúsculo, que no nos fuerce a optar entre hacer las cosas de un modo mejor o de un modo peor. Y es ya pésimo síntoma creer que el drama de la elección se da sólo en los grandes conflictos de nuestra vida, en las situaciones que tienen trascendencia histórica. No: una palabra se puede pronunciar mejor o peor y tal gesto de nuestra mano puede ser más grácil o más tosco. Entre las muchas cosas que en cada caso se pueden hacer hay siempre una que es la que hay que hacer. Pero la división más radical que cabe establecer entre los hombres estriba en notar que la mayor parte de ellos es ciega para percibir esa diferencia de rango y calidad entre las acciones posibles. Sencillamente no la ven. No entienden de conductas como no entienden de cuadros. Por eso tienen tan poca gracia y es tan triste, tan desértico el trato con ellos. Esa ceguera moral de la mayoría es el lastre máximo que arrastra en su ruta la humanidad y hace que los molinos de la historia vayan moliendo con tanta lentitud. Son muy pocos, en efecto, los hombres capaces de elegir su propio comportamiento y de discernir el acierto o la torpeza en el prójimo. En el latín más antiguo, el acto de elegir se decía elegancia como de instar se dice instancia. Recuérdese que el latino no pronunciaría elegir sino eleguir. Por lo demás, la forma más antigua no fue eligo sino elego, que dejó el participio presente elegans. Entiéndase el vocablo en todo su activo vigor verbal; el elegante es el «eligente», una de cuyas especies se nos manifiesta en el «inteligente». Conviene retrotraer aquella palabra a su sentido prócer que es el originario. Entonces tendremos que no siendo la famosa Ética sino el arte de elegir bien nuestras acciones eso, precisamente eso, es la Elegancia. Ética y Elegancia son sinónimos. Esto nos permite intentar un remozamiento de la Ética que a fuerza de querer hacerse mistagógica y grandilocuente para hinchar su prestigio ha conseguido sólo perderlo del todo. Como esto se veía venir, combato hace un cuarto de siglo bien corrido para que no se trate la Ética en tono patético. La patética ha asfixiado la Ética entregándola a los demagogos, que han sido los destructores de todas las civilizaciones y los grandes fabricantes de barbarie. Por eso he creído siempre que en vez de tomar a la Ética por el lado solemne, con Platón, con el estoicismo, con Kant, convenía entrarle por su lado frívolo que es el más profundo, con Aristóteles, con Shaftesbury, con Herbart. Dejemos, pues, un rato reposar la Ética y, en su lugar, evitando desde el umbral la solemnidad, elaboremos una nueva disciplina con el título: Elegancia de la conducta, o arte de preferir lo preferible. El vocablo «elegancia» tiene además la ventaja complementaria de irritar a ciertas gentes, casualmente las mismas que, ya por muchas otras razones previas, uno no estimaba." Apéndice al tomo Misión de la Universidad, redactado en 1949. Texto no incluido en las Obras Completas. Publicado en la colección El Arquero. “Se suele tener de ésta [de la elegancia] una idea estúpida y superficial. Se ignora por completo que es un ingrediente y, a la vez, un síntoma de toda vida auténticamente enérgica. [...] La elegancia debe penetrar, informar la vida íntegra del hombre —desde el gesto y el modo de andar, pasando por el modo de vestirse, siguiendo por el modo de usar el lenguaje de llevar una conversación, de hablar en público, para llegar hasta lo más íntimo de las acciones e intelectuales. Nuestra manera de reaccionar ante lo que le prójimo nos hace, puede ser elegante o inelegante. Apoderarse de las acciones de una gran compañía industrial puede hacerse elegante o inelegantemente. En fin, es bien notorio que de un problema matemático —por ejemplo, demostrar un teorema— se puede dar una solución “elegante”. Quien quiera precisarse a sí mismo cuáles son los rasgos que hacen elegante un razonamiento matemático comprenderá, como iluminado por un relámpago de intelección, todo lo que llevo insinuado sobre la virtud vital humana llamada elegancia

quarta-feira, 30 de maio de 2012

... Acredito que quase todas as nossas tristezas são momentos de tensão, que sentimos como uma paralisia porque não ouvimos ecoar a vida de nossos sentimentos que se tornaram estranhos para nós. Isso por que estamos sozinhos com o estranho que entrou em nossa casa, por que tudo que nos era confiável e habitual nos foi retirado por um instante, por que estamos no meio de uma transição, em um ponto no qual não podemos permanecer. É por isso que a tristeza também passa: e o novo em nós o acréscimo, entrou em nosso coração e alcançou seu recanto mais intimo e mesmo ali ele já não esta mais --- esta no sangue. E não percebemos o que houve. Seria fácil nos fazer acreditar que nada aconteceu nos transformamos como uma casa se transforma quando chega um hóspede. Não somos capazes de dizer quem chegou, talvez nunca cheguemos a saber mais vários sinais indicam que o futuro entra em nós dessa maneira, para se transformar em nós muito antes de acontecer. Por isso é tão importante estar sozinho e atento quando se esta triste... (Cartas a um jovem poeta. R.M. Rilke)

sexta-feira, 25 de maio de 2012

“Não fosse assim, seria essa estátua uma mera Pedra, um desfigurado mármore, e nem já Resplandecera mais como pele de fera Seus limites não musicaria desmedida Como estrela: pois ali ponto não há Que não te mire. Força é mudares de vida” (Rainer Maria Rilke)

terça-feira, 20 de setembro de 2011

Os Djinns

Ó muro
Tão forte
Asilo
De morte,
Mar, cinza,
A brisa
Se irisa...
(Victor Hugo)

terça-feira, 5 de julho de 2011

trechos...

“O amor para mim sempre fora uma coisa, complicada dolorosa e incompleta”
(Graciliano Ramos. Angustia)

“Ao preguiçoso é atirado esterco, só se fala dele com desprezo”
(Eclesiástico, Cap. 22)
“Não freqüentes assiduamente uma cantora (dançarina) e não lhes dê atenção para que não pereças por causa dos seus encantos”
(Eclesiástico: Capitão: 9, ver: 4)
“Habituei-me a escrever, como já disse. Nunca estudei, sou um ignorante e julgo que meus escritos não prestam. Mas adquiri desde cedo vício de ler romances e posso com facilidade arranjar um artigo, talvez um conto”
(Angústia. Graciliano Ramos)

A língua é um membro pequeno, mas realiza grandes coisas. A religiosa que não sabe calar-se nunca atingirá a santidade, ou seja, jamais será santa...
...Mas para ouvir a voz de Deus, é preciso ter o silêncio da alma e calar-se, não com um silêncio sombrio, mas com o silêncio da alma isto é, com
O recolhimento em Deus.
(Diário de Santa Faustina. Pag.61 A Importância do Silêncio)

“Deus não se comunica à alma tagarela” (Santa Faustina)

“A alma que não saboreou a doçura do silêncio interior é um espírito inquieto e perturba o silêncio dos outros. Vi muitas almas nos abismos do inferno por não terem observado o silêncio” (Santa Faustina)
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------